La revolución rusa se alimentó, en sus orígenes, de una movilización social auténtica, en la que confluyeron sectores inorgánicos que abogaban por el término de la guerra y del despotismo extremo del régimen zarista, con su centralismo arbitrario, con su odiosa policía política. Quienes empujaron realmente la revolución, querían que se instalara un gobierno ‘moderno’, similar al que prevalecía en la Europa avanzada (expectativa bastante natural, por cierto). Aunque lo ‘moderno’ era visualizado dentro de los códigos de la fórmula liberal clásica, se esperaba algo más: que la nueva administración fuera más popular, participativa y, por cierto, gentil con un campesinado que llevaba años pasando calamidades inimaginables. A poco, surgió otra visión de lo ‘moderno’ en el seno mismo del movimiento revolucionario. Algunos esclarecidos, miembros de la elite de revolucionarios, quisieron llevar la participación de las fuerzas vivas de la sociedad a un nivel más real, alentando una transformación radical que mirara al establecimiento de una democracia genuinamente popular, inspirada en los lineamientos fijados por Marx. Soñaron con una revolución a gran escala que subvirtiera desde las raíces mismas toda la Europa industrializada, llevándola a una fase histórica distinta, en que pudiera consumarse de manera más perfecta el sueño de una distribución equitativa del poder y de la instauración de formas de organización social más integradoras y fraternas.
Una participación más auténtica. Genuino ‘poder popular’. Una democracia verdadera: o sea social (en lugar de liberal o burguesa).
¿Hubo eso, como resultado de la revolución?.
Los bolcheviques, una minoría que se tomó el movimiento, vía golpe de estado, pudieron mantener sujetas esas aspiraciones iniciales, bajo el pretexto de la urgencia de la guerra. En el primer pronto de la revolución pasaron por encima de cualquier anhelo o interés, avalados por las exigencias de la emergencia. Luego de la guerra internacional, estalló la guerra civil. La revolución se veía amenazada desde todos los flancos. Por razones completamente inexplicables esta minoría intelectualizada, más bien juvenil, de profesionales de la revolución, tan apartada de la realidad social del país, logró salir airosa de estas emergencias, casi irremontables. El arreglo de Brest-Litovsk permitió poner punto final a la participación soviética en la guerra (al precio de un enorme sacrificio territorial), los nostálgicos del zarismo fueron derrotados, las agresivas intenciones de las potencias extranjeras que querían ahogar la revolución fueron contenidas, pudo someterse a los marinos de Kronstadt (la misma guarnición militar que había defendido con éxito Petrogrado en contra de los ataques del zarismo). Hacia 1922 el comunismo se había afirmado. Este Lenin victorioso pudo dar forma a un nuevo estado: la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
Despejada la emergencia, parecía haber llegado el momento para rescatar el espíritu inicial de la revolución: la instauración de un régimen en que los trabajadores y los campesinos aportaran la fuerza a un régimen menos coercitivo. Los bolcheviques, sin embargo, terminaron haciendo todo lo contrario y acabaron prolongando el régimen dictatorial anterior, bajo otras formas: se mantuvo, al final, todo lo que era odiado del régimen anterior (militarismo, burocratismo, policía política, autoritarismo, etc).
Hay toda una paradoja detrás de esto, que tenemos que analizar: en lugar de acabar con la constitución de un estado verdaderamente proletario, dominado por los trabajadores (popular y participativo, que socialice el poder entre la gente corriente, en las ciudades, quizás también en el campo), se estableció una dictadura de partido, similar a lo anterior, en un país en que había, además, muy pocos comunistas (y también muy pocos proletarios, porque casi todos los que habían murieron en la guerra, dejando un país casi completamente de campesinos).
La centralización política exigió algo mucho más decidido que dejar fuera del gobierno proletario a los proletarios.
Para evitar que los contendores desestabilizaran al régimen, en un momento tan delicado, Trotsky, mano derecha de Lenin, organizó el “Ejercito Rojo”. Surgió también una poderosa policía política, la Cheka, sucedida más tarde por la KGB. Comenzó entonces el llamado “Terror Rojo”: una represión muy rusa, de un barbarismo incalculable, que perpetró asesinatos en una escala comparable a la de los nazis: durante las guerras civiles que se dieron entre 1918 y 1921 perdieron la vida casi 9 millones de seres humanos, muchos de ellos asesinados por los agentes del estado.
Luego de eso desapareció la burguesía y la clase media. Por supresión física. Cuando hubo sobrevivientes, éstos se fueron al exilio o se proletarizaron con gusto (dejaron sus negocios, su vida, para salvar su vida, convertidos en trabajadores...).
Los asesinatos políticos, que comenzaron a ser conocidos como “purgas”, no pararon nunca. A poco, la propia vanguardia comenzó a sufrir importantes bajas.... el costo de oponerse a la voluntad de los bolcheviques era tan alto qua ya no va a haber ni enemigos de la revolución, ni disidencia interna.
El “comunismo de guerra” no permitió que los obreros y los campesinos tuvieran ninguna participación en la política o en la sociedad. Se le impuso al trabajador una disciplina estricta. Los partidos de izquierda fueron suprimidos, los sindicatos fueron completamente controlados.... Esto se entendía muy bien, por otra parte, tomando en cuenta un dato super importante: en la Rusia pre-revolucionaria no había industrias, por lo tanto tampoco había trabajadores; solo había campesinos; ¿cuándo nace la clase trabajadora, sustento del régimen?: después de la revolución, por efecto de los avances de la industria empujada por el propio partido. Los trabajadores son subproductos del estatismo, más que la causa de la naturaleza de éste. Se trata, por lo mismo, de verdaderos ‘funcionarios’ del régimen, más que de un grupo social interesante como el que imaginaba Marx.
¿Y el auténtico espíritu revolucionario del trabajador, el verdadero sentido de cualquier apuesta izquierdista?. Nada de izquierdismo en el socialismo. El izquierdismo, proclamó Lenin, ante la mirada estupefacta de muchos, era nada más que la “enfermedad infantil del comunismo”.
Este libro de Lenin, del cual voy a reproducir algunas páginas, es una verdadera biblia de las paradojas que conviene revisar.
I - EN QUE SENTIDO SE PUEDE HABLAR DE LA SIGNIFICACION INTERNACIONAL DE LA REVOLUCION RUSA?
En los primeros meses que siguieron a la conquista del Poder político por el proletariado en Rusia (25. X.-7. XI. 1917), podía parecer que, a consecuencia de las enormes diferencias existentes entre la Rusia atrasada y los países avanzados de la Europa occidental, la revolución del proletariado en estos últimos se parecería muy poco a la nuestra. En la actualidad contamos ya con una experiencia internacional más que regular, que demuestra con absoluta claridad que algunos de los rasgos fundamentales de nuestra revolución tienen una significación no solamente local, particularmente nacional, rusa, sino también internacional. Y hablo de la significación internacional no en el sentido amplio de la palabra: no son sólo algunos, sino todos los rasgos fundamentales, y muchos secundarios, de nuestra revolución, los que tienen una significación internacional, desde el punto de vista de la influencia de dicha revolución sobre todos los países. No, hablo en el sentido más estrecho de la palabra, es decir, entendiendo por significación internacional su importancia internacional o la inevitabilidad histórica de la repetición en escala internacional de lo que ocurrió en nuestro país, esta significación debe ser reconocida en algunos de los rasgos fundamentales de nuestra revolución.
Naturalmente, sería un tremendo error exagerar esta verdad extendiéndola más allá de algunos rasgos fundamentales de nuestra revolución. Asimismo, sería un error perder de vista que después de la victoria de la revolución proletaria, aunque no sea más que en uno de los países avanzados, se producirá seguramente un cambio radical, es decir: Rusia será, poco después de esto, no un país modelo, sino de nuevo un país atrasado (en el sentido "soviético" y socialista).
Pero en este momento histórico se trata precisamente de que el ejemplo ruso muestra a todos los países algo, y algo muy sustancial, de su futuro próximo e inevitable. Los obreros avanzados de todos los países hace ya tiempo que lo han comprendido y, más que comprenderlo, lo han percibido, lo han sentido con su instinto revolucionario de clase.
De aquí la "significación" internacional (en el sentido estrecho de la palabra) del Poder soviético y de los fundamentos de la teoría y de la táctica bolchevique. Esto no lo han comprendido los jefes "revolucionarios" de la II Internacional, como Kautsky en Alemania, Otto Bauer y Federico Adler en Austria, que se convirtieron por esto en reaccionarios, en defensores del peor de los oportunismos y de la social-traición. Digamos de paso que el folleto-anónimo "La Revolución Mundial" ["Weltrevolution"], aparecido en 1919 en Viena (Sozialistische Bucherei, Heft 11; Ignaz Brand[2]) muestra con una elocuencia particular toda la contextura ideológica y todo el circulo de ideas, más exactamente, todo el abismo de incomprensión, pedanteria, vileza y traición a los intereses de la clase obrera, sazonado, además, con la "defensa" de la idea de la "revolución mundial".
Pero nos detendremos detalladamente en este folleto en otra ocasión. Consignemos aquí únicamente lo siguiente: en los tiempos, ya bien lejanos, en que Kautsky era todavía un marxista y no un renegado, al examinar la cuestión como historiador, preveía la posibilidad del advenimiento de una situación, como consecuencia de la cual el revolucionarismo del proletariado ruso se convertiría en un modelo para la Europa occidental. Esto era en 1902, cuando Kautsky escribió en la "Iskra" revolucionaria el artículo "Los eslavos y la revolución". He aquí lo que decía en este artículo:
"En la actualidad" (al contrario que en 1848) "se puede creer que no sólo se han incorporado los eslavos a las filas de los pueblos revolucionarios, sino que el centro de gravedad del pensamiento y de la obra revolucionarios se desplaza cada día más hacia los eslavos. El centro revolucionario va desplazándose del Occidente al Oriente. En la primera mitad del siglo XIX se hallaba en Francia, en algunos momentos en Inglaterra En 1848, Alemania entró en las filas de las naciones revolucionarias. . . El nuevo siglo empieza con acontecimientos que sugieren la idea de que nos hallamos en presencia de un nuevo desplazamiento del centro revolucionario, concretamente: de su traslado a Rusia. . . Rusia, que se ha asimilado tanta iniciativa revolucionaria de Occidente, es posible que en la actualidad se halle presta, ella misma, a servir de fuente de energía revolucionaria para este último. El movimiento revolucionario ruso, cacla día más encendido, resultará acaso el medio más poderoso para sacudir ese espíritu de filisteísmo fofo y de politiquería moderada que empieza a difundirse en nuestras filais y hará surgir de nuevo la llama viva del anhelo de lucha y de fidelidad apasionada a nuestros grandes ideales. Rusia hace ya tiempo que ha dejado de ser, para la Europa occidental, un simple reducto de la reacción y del absolutismo. En la actualidad, ocurre quizás todo lo contrario. La Europa occidental se convierte en el reducto de la reacción y del absolutismo de Rusia. . . Los revolucionarios rusos, es posible, se hubieran librado hace ya mucho tiempo del zar, si no tuviesen que luchar al mismo tiempo contra el aliado de este último, el capital europeo. Esperemos que esta vez conseguirán librarse de ambos enemigos y que la nueva "santa alianza" se derrumbará más pronto aún que sus predecesoras. Pero sea cual fuere el resultado de la lucha actual en Rusia, la sangre y los sufrimientos de los mártires, que esta lucha engendra por desgracia más de lo necesario, no serán vanos, sino que fertilizarán el terreno para la revolución social en todo el mundo civilizado e impulsarán de un modo más esplendoroso y rápido su florecimiento. En 1848, eran los eslavos helada horrible que mataba las flores de la primavera popular. Es posible que ahora estén llamados a ser la tormenta que romperá el hielo de la reacción y que traerá irresistiblemente consigo una nueva y feliz primavera para los pueblos" (C. Kautsky, "Los eslavos y la revolución", artículo en la "Iskra", periódico revolucionario de la socialdemocracia rusa, núm. 18, 10 de marzo de 1902).
¡No escribía mal Carlos Kautsky hace 18 años!
II - UNA DE LAS CONDICIONES FUNDAMENTALES DEL EXITO DE LOS BOLCHEVIQUES
Seguramente que hoy casi todo el mundo ve ya que los bolcheviques no se hubieran mantenido en el Poder, no dos años y medio, sino ni siquiera dos meses y medio, sin la disciplina severísima, verdaderamente férrea, dentro de nuestro Partido, sin el apoyo más completo y abnegado prestado a éste por toda la masa de la clase obrera, esto es, por todo lo que ella tiene de consciente, honrado, abnegado, influyente y capaz de conducir consigo o de atraerse a las capas atrasadas.
La dictadura del proletariado es la guerra más abnegada y más implacable de la nueva clase contra un enemigo más poderoso, contra la burguesía, cuya resistencia se halla decuplicada por su derrocamiento (aunque no sea más que en un solo país) y cuya potencia consiste, no sólo en la fuerza del capital internacional, en la fuerza y la solidez de las rela ciones internacionales de la burguesía, sino, además, en la fuerza de la costumbre, en la fuerza de la pequeña producción. Pues, por desgracia, ha quedado todavía en el mundo mucha y mucha pequeña producción y ésta engendra al capitalismo y a la burguesía constantemente, cada día, cada hora, por un proceso espontáneo y en masa. Por todos estos motivos, la dictadura del proletariado es necesaria, y la victoria sobre la burguesía es imposible sin una lucha prolongada, tenaz, desesperada, a muerte, una lucha que exige serenidad, disciplina, firmeza, inflexibilidad y una voluntad única.
Lo repito, la experiencia de la dictadura triunfante del proletariado en Rusia ha mostrado de un modo palpable al que no sabe pensar o al que no ha tenido la ocasion de reflexionar sobre esta cuestión, que la centralización incondicional y la disciplina más severa del proletariado constituyen una de las condiciones fundamentales de la victoria sobre la burguesía.
De esto se habla a menudo. Pero no se reflexiona suficientemente sobre lo que esto significa, en qué condiciones es posible ¿No convendría que las salutaciones entusiastas al Poder de los Soviets y a los bolcheviques se vieran acompañadas con más frecuencia de un análisis serio de las causas que han permitido a los bolcheviques forjar la disciplina necesaria para el proletariado revolucionario?
El bolchevismo existe, como corriente del pensamiento político y como partido político, desde 1903. Sólo la historia del bolchevismo, en todo el periodo de su existencia, puede explicar de un modo satisfactorio por qué el bolchevismo pudo forjar y mantener, en las condiciones más difíciles, la disciplina férrea necesaria para la victoria del proletariado.
La primera pregunta que surge es la siguiente: ¿cómo se mantiene la disciplina del partido revolucionario del proletariado? ¿Cómo se controla? ¿Cómo se refuerza? Primero por la conciencia de la vanguardia proletaria y por su fidelidad a la revolución, por su firmeza, por su espíritu de sacrificio, por su heroísmo. Segundo, por su capacidad de vincularse, aproximarse y hasta cierto punto, si queréis, fundirse con las más grandes masas trabajadoras, en primer término con la masa proletaria, pero también con la masa trabajadora no protetaria. Tercero, por lo acertado de la dirección política que lleva a cabo esta vanguardia; por lo acertado de su estrategia y de su táctica políticas, a condición de que las masas más extensas se convenzan de ello por experiencia propia. Sin estas condiciones, no es posible la disciplina en un partido revolucionario, verdaderamente apto para ser el partido de la clase avanzada, llamada a derrocar a la burguesía y a transformar toda la sociedad. Sin estas condiciones, los intentos de implantar una disciplina se convierten, inevitablemente, en una ficción, en una frase, en gestos grotescos. Pero, por otra parte, estas condiciones no pueden brotar de golpe. Van formándose solamente á través de una labor prolongada, a través de una dura experiencia; su formación se facilita a través de una acertada teoría revolucionaria, que, a su vez, no es ningún dogma, sino que sólo se forma definitivamente en estrecha relación con la práctica de un movimiento que sea verdaderamente de masas y verdaderamente revolucionario.
Si el bolchevismo pudo elaborar y llevar a la práctica con éxito en los años 1917-1920, en condiciones de una gravedad inaudita, la centralización más severa y una disciplina férrea, se debe sencillamente a una serie de particularidades históricas de Rusia.
De una parte, el bolchevismo surgió en 1903, sobre la más sólida base de la teoría del marxismo. Y que esta teoría revolucionaria es justa -- y que es la única justa -- ha sido demostrado, no sólo por la experiencia internacional de todo el siglo XIX, sino también, en particular, por la experiencia de las desviaciones, los titubeos, los errores y los desengaños del pensamiento revolucionario en Rusia. En el transcurso de casi medio siglo, aproximadamente de 1840 a 1890, el pensamiento avanzado en Rusia, bajo el yugo del despotismo inaudito del zarismo salvaje y reaccionario, buscaba ávidamente una teoría revolucionaria justa, siguiendo con un celo y una atención admirables cada "última palabra" de Europa y América en este terreno. Rusia hizo suya la única teoría revolucionaria justa, el marxismo, en medio siglo de torturas y de sacrificios inauditos, de heroísmo revolucionario nunca visto, de energía increíble y de investigadón abnegada, de estudio, de experimentación en la práctica, de desengaños, de comprobación, de comparación con la experiencia de Europa. Gracias a la emigración provocada por el zarismo, la Ru6ia revolucionaria de la segunda mitad del siglo XIX contaba con una riqueza de relaciones internacionales, con un conocimiento tan excelente de todas las formas y teorías del movimiento revolucionario mundial como ningún otro país del mundo.
De otra parte, el bolchevismo, surgido sobre esta base teórica granítica, tuvo una historia práctica de quince años (1903-1917) que, por la riqueza de la experiencia que representa, no puede ser comparada a ninguna otra en el mundo. Pues ningún país, en el transcurso de estos quince años, pasó ni aproximadamente por una experiencia revolucionaria tan Aca, por una rapidez y una variedad tales de la sucesión de las distintas formas del movimiento, legal e ilegal, pacífico y tormentoso, clandestino y abierto, de propaganda en los círculos y de propaganda entre las masas, parlamentario y terrorista En ningún país estuvo concentrada en un período de tiempo tan breve una tal riqueza de formas, de matices, de métodos de lucha de todas las clases de la sociedad con temporánea, lucha que, además, como consecuencia del atraso del país y del peso del yugo del zarismo, maduraba con particular rapidez y asimilaba con particular avidez y eficacia la "última palabra" correspondiente de la experiencia política americana y europea.
III - LAS PRINCIPALES ETAPAS EN LA HISTORIA DEL BOLCHEVISMO
Años de preparación de la revolución (1903-1905). Presagios de gran tormenta por todas partes, fermentación y preparación en todas las clases. En el extranjero, la prensa de la emigración plantea teóricamente todas las cuestiones esenciales de la revolución. Los representantes de las tres clases fundamentales, de las tres tendencias políticas prin cipales: la liberal-burguesa, la democrático-pequeñoburguesa (cubierta bajo la etiqueta de las corrientes "socialdernócrata" y "socialrevolucionaria") y la proletaria revolucionaria, mediante una lucha encarnizada de concepciones programáticas y tácticas, anuncian y preparan la futura lucha abierta de clases. Todas las cuestiones por las cuales las masas tomaron las armas en 1905-1907 y en 1917-1920, pueden (y deben) verse, en forma embrionaria, en la prensa de aquella época. Naturalmente, entre estas tres tendencias principales hay todas las formaciones intermedias, transitorias, híbridas, que se quiera. Más exactamente: en la lucha entre los órganos de prensa, los partidos, las fracciones, los grupos, van cristalizándose las tendencias ideológicas y políticas realmente de clase; las clases se forjan un arma ideológico-política adecuada para los combates futuros.
Años de revolución (1905-1907). Todas las clases entran abiertamente en acción. Todas las concepciones programáticas y tácticas son comprobadas por medio de la acción de las masas. Lucha huelguística nunca vista en el mundo, por su amplitud y su carácter agudo. Transformación de la huelga económica en política y de la huelga política en insurrección. Comprobación práctica de las relaciones existentes entre el proletariado dirigente y los campesinos dirigidos, vacilantes, dudosos. Nacimiento, en el desarrollo espontáneo de la lucha, de la forma soviética de organización. Los debates de aquel entonces sobre el papel de los Soviets son una anticipación de la gran lucha de 1917-1920. La sucesión de los métodos de lucha parlamentarios y no parlamentarios, de la táctica de boicot del parlamento y de participación en el mismo, de las formas legales e ilegales de lucha, así como sus relaciones recíprocas y los vínculos existentes entre ellos, todo esto se distingue por una asombrosa riqueza de contenido. Cada mes de este período vale, desde el punto de vista del aprendizaje de los fundamentos de la ciencia política -- para las masas y los jefes, para las clases y los partidos --, por un año de desenvolvimiento "pacífico" y "constitucional". Sin el "ensayo general" de 1905, la victoria de la Revolución de Octubre en 1917 hubiera sido imposible.
Años de reacción (1907-1910). El zarismo ha triunfado. Han sido aplastados todos los partidos revolucionarios y de oposición. Desaliento, desmoralización, escisiones, dispersión, traiciones, pornografía en vez de política. Reforzamiento de las tendencias al idealismo filosófico; misticismo, como disfraz de un estado de espíritu contrarrevolucionario. Pero al mismo tiempo esta gran derrota da a los partidos revolucionarios y a la clase revolucionaria una verdadera lección sumamente saludable, una lección de dialéctica histórica, una lección de inteligencia, de destreza y arte para conducir la lucha política. Los amigos se conocen en la desgracia. Los ejércitos derrotados se instruyen celosamente.
El zarismo victorioso se ve obligado a destruir precipitadamente los residuos del régimen de vida preburgués, patriarcal en Rusia. El desenvolvimiento burgués del país progresa con rapidez notable. Las ilusiones situadas al margen de las clases, por encima de ellas, ilusiones sobre la posibilidad de evitar el capitalismo, caen hechas polvo. Entra en escena la lucha de clases de un modo absolutamente nuevo y con mayor relieve.
Los partidos revolucionarios deben completar su instrucción Han aprendido a atacar. Ahora, deben comprender que esta ciencia tiene que estar completada por la de saber replegarse con el mayor acierto. Hay que comprender -- y la clase revolucionaria aprende a comprenderlo por su propia y amarga experiencia -- que no se puede triunfar sin aprender a tomar la ofensiva y a llevar a cabo la retirada con acierto. De todos los partidos revolucionarios y de oposición derrotados, fueron los bolcheviques quienes retrocedieron con más orden, con menos quebranto de su "ejército"; con una conservación mejor de su núcleo central, con las escisiones menos profundas e irreparables, con menos desmoralización, con más capacidad para reanudar la acción de un modo más amplio, acertado y enérgico. Y si los bolcheviques obtuvieron este resultado, fue exclusivamente porque desenmascararon y expulsaron sin piedad a los revolucionarios de palabra, obstinados en no comprender que hay que retroceder, que hay que saber retroceder, que es obligatorio aprender a actuar legalmente en los parlamentos más reaccionarios, en las organizaciones sindicales, en las cooperativas, en las mutualidades y otras organizaciones semejantes, por más reaccionarias que sean.
Años de ascenso (1910-1914). Al principio, el ascenso fue de una lentitud inverosímil; luego, después de los sucesos del Lena, en 1912, un poco más rápido. Venciendo dificultades enormes, los bolcheviques eliminaron a los mencheviques, cuyo papel, como agentes burgueses en el movimiento obrero, fue admirablemente comprendido por toda la burguesía después de 1905 y a los cuales, por este motivo, esta última sostenía de mil maneras contra los bolcheviques. Pero éstos no hubieran llegado nunca a semejante resultado, si no hubiesen aplicado una táctica acertada, combinando la actuación ilegal con la utilización obligatoria de las "posibilidades legales" En la más reaccionaria de las Dumas, los bolcheviques conquistaron toda la curia obrera.
Primera guerra imperialista mundial (1914-1917). El parlamentarismo legal, con un "parlamento" ultrarreaccionario, presta los más grandes servicios al partido del proletariado revolucionario, a los bolcheviques. Los diputados bolcheviques van a Siberia. En la prensa de la emigración hallan plena expresión todos los matices del socialimperialismo, del socialchovinismo, del socialpatriotismo, del internacionalismo inconsecuente y consecuente, del pacifismo y de la negación revolucionaria de las ilusiones pacifistas. Las eminencias estúpidas y los vejestorios de la II Internacional, que fruncían el ceño con desdén y soberbia ante la abundancia de "fracciones" del socialismo ruso y la lucha encarnizada de éstas entre sí, fueron incapaces, en el momento en que la guerra suprimió en todos los países adelantados la cacareada "legalidad", de organizar, aunque no fuera más que aproximadamente, un libre (ilegal) intercambio de ideas y una libre (ilegal) elaboración de concepciones justas, semejantes a las que los revolucionarios rusos organizaron en Suiza y otros países. Ha sido precisamente por esto por lo que los social- patriotas descarados y los "kautskistas" de todos los países han resultado los peores traidores del proletariado. Y si el bolchevismo pudo triunfar en 1917-1920, una de las causas fundamentales de semejante victoria se debe a que desde finales de 1914 desenmascaró sin piedad la villanía, la infamia, la abyección del socialchovinismo y del "kautskismo" (al cual corresponde el longuetismo[3] en Francia, las ideas de los jefes del Partido Obrero Independiente[4] y de los fabianos[5] en Inglaterra, de Turati en Italia, etc.) y a que las masas se han convencido más y más, por experiencia propia, de que las concepciones de los bolcheviques eran justas.
Segunda revolución rusa (febrero-octubre, 1917). El grado de decrepitud inverosímil y de caducidad del zarismo (con ayuda de los reveses y sufrimientos de una guerra infinitamente penosa) suscitaron contra él una fuerza extraordinaria de destrucción. En pocos días Rusia se vio convertida en una república democrático-burguesa más libre, en las condiciones de la guerra, que cualquier otro país del mundo. El gobierno fue constituido por los jefes de los partidos de oposición y revolucionarios, como en las repúblicas del más "puro parlamentarismo", pues el título de jefe de un partido de oposición en el parlamento, hasta en el más reaccionario, ha facilitado siempre el papel futuro de este jefe en la revolución.
En pocas semanas los mencheviques y los "socialrevolucionarios" se asimilaron perfectamente todos los procedimientos y modales, argumentos y sofismas de los héroes europeos de la II Internacional, de los ministerialistas y de toda la canalla oportunista. Todo lo que leemos hoy sobre los Scheidemann y Noske, sobre Kautsky y Hilferding, Renner y Austerlitz, Otto Bauer y Fritz Adler, Turati y Longuet, sobre los fabianos y los jefes del Partido Obrero Independiente de Inglaterra, todo nos parece (y lo es en realidad) una aburricla repetición de un motivo antiguo y conocido. Todo ello lo habíamos visto ya en los mencheviques. La historia les ha hecho una mala jugada, obligando a los oportunistas de un país atrasado a adelantarse a los oportunistas de una serie de países avanzados.
Si todos los héroes de la II Internacional han fracasado, si se han cubierto de oprobio en la cuestión de la función y la importancia de los Soviets y del Poder soviético, si se han cubierto de ignominia de un modo particularmente "relevante" y han incurrido en toda clase de contradicciones en esta cuestión los jefes de los tres grandes partidos que se han separado actualmente de la II Internacional (el Partido Socialdemócrata Independiente de Alemania[6], el Partido longuetista de Francia y el Partido Obrero Independiente de Inglaterra), si todos han resultado esclavos de los prejuicios de la democracia pequeñoburguesa (exactamente al modo de los pequeños burgueses de 1848, que se llamaban "socialdemócratas"), también es cierto que ya hemos visto todo esto en el ejemplo de los mencheviques. La historia ha hecho esta jugarreta: los Soviets nacieron en Rusia en 1905, fueron falsificados en febrero-octubre de 1917 por los mencheviques, quienes fracasaron por no haber comprendido su papel y su importancia, y hoy ha surgido en el mundo entero la idea del Poder soviético, idea que se extiende con rapidez inusitada entre el proletariado de todos los países, mientras fracasan en todas partes, a su vez, los viejos héroes de la II Internacional, por no haber sabido comprender, del mismo modo que nuestros mencheviques, el papel y la importancia de los Soviets. La experiencia ha demostrado que en algunas cuestiones esenciales de la revolución proletaria todos los países pasarán inevitablemente por lo mismo que ha pasado Rusia.
Los bolcheviques empezaron su lucha victoriosa contra la república parlamentaria (burguesa de hecho) y contra los mencheviques con suma prudencia y no la prepararon, ni mucho menos, tan sencillamente como hoy piensan muchos en Europa y América. En el principio del período mencionado no incitamos a derribar el gobierno, sino que explicamos la imposibilidad de hacerlo sin modificar previamente la composición y el estado de espíritu de los Soviets. No declaramos el boicot al parlamento burgués, a la Asamblea Constituyente, sino que dijimos, a partir de la Conferencia de nuestro Partido, celebrada en abril de 1917, dijimos oficialmente, en nombre del Partido, que una república burguesa, con una Asamblea Constituyente, era preferible a la misma república sin Constituyente, pero que la república "obrera y campesina" soviética es mejor que cualquier república democráticoburguesa, parlamentaria. Sin esta preparación prudente, minuciosa, circunspecta y prolongada, no hubiésemos podido alcanzar ni consolidar la victoria en octubre de 1917.
NOTAS
[1] El libro La enfermedad infantil del "izquierdismo" en el comunismo fue escrito por Lenin en abril de 1920 y el Apéndice, el 12 de mayo del mismo año. Fue publicado el 8-10 de junio en ruso y, casi al mismo tiempo, en julio, en alemán, francés e inglés. Lenin controló personalmente los plazos de composición e impresión del libro, a fin de que apareciera antes de que iniciara sus labores el II Congreso de la Internacional Comunista. El libro fue distribuido entre todos los delegados al II Congreso. De julio a noviembre de 1920 fue reeditado en alemán en Leipzig, en francés en París y en inglés en Londres. En el manuscrito de La enfermedad infantil del "izquierdismo" en el comunismo existe un subtítulo: "(Ensayo de charla popular acerca de la estrategia y la táctica marxistas)". En todas las ediciones del libro aparecidas en vida de Lenin este subtítulo fue suprimido. En la 4a edición de las Obras de V. I. Lenin, "La enfermedad infantil del 'izquierdismo' en el comunismo" se publica de acuerdo con la primera edición del libro, cuya corrección hizo Lenin.
[2] Biblioteca Socialista, opúsculo 11; Ignaz Brand.
[3] Longuetismo: corriente centrista en el Partido Socialista Francés, al frente de la cual figuraba Jean Longuet. Durante la Primera Guerra Mundial, los longuetistas mantuvieron una posición socialpacifista. Después del triunfo de la Gran Revolución Socialista de Octubre en Rusia se declararon de palabra partidarios de la dictadura del proletariado, pero, de hecho, eran enemigos suyos. Prosiguieron la política de reconciliación con los socialchovinistas y apoyaron el rapaz Tratado de Versalles. En diciembre de 1920, los longuetistas, junto con los reformistas descarados, se separaron del partido, se adhirieron a la llamada Internacional Segunda y media y, después de su desmoronamiento, volvieron a la II Internacional.
[4] El Partido Obrero Independiente de Inglaterra (Independent Labour Party) fue fundado en 1893. A su cabeza figuraban James Keir Hardie, R. MacDonald y otros. Aunque decía mantener su independencia política respecto a los partidos burgueses, en realidad, el Partido Obrero Independiente sólo era "independiente del socialismo, pero muy dependiente del liberalismo" (Lenin).
[5] Fabianos: miembros de la "Sociedad Fabiana", organización reformista inglesa y extremadamente oportunista, fundada en 1884 por un grupo de intelectuales burgueses de Inglaterra. La característica de los fabianos véase en los trabajos de V. I. Lenin: Prefacio a la traducción rusa de la "Correspondencia de J. F. Becker, J. Dietzgen, F. Engels, C. Marx y otros con F. A. Sorge y otros ", El programa agrario de la socialdemocracia en la revolución rusa, El pacifismo inglés y la fobia inglesa respecto a la teoría y otros.
[6] El Partido Socialdemócrata Independiente de Alemania : partido centrista fundado en abril de 1917. Se escindió en octubre de 1920 en su Congreso de Halle. Una parte considerable del partido se fusionó en diciembre del mismo año con el Partido Comunista de Alemania. Los elementos derechistas formaron un partido aparte, adoptando la vieja denominación de Partido Socialdemócrata Independiente. En 1922, los "independientes" volvieron a ingresar en el Partido Socialdemócrata Alemán.
[7] Espartaquistas: miembros de la "Liga Espartaco", que fue fundada en enero de 1916 durante la Primera Guerra Mundial bajo la dirección de C. Liebknecht, R. Luxemburgo, F. Mehring, C. Zetkin, etc. Los espartaquistas realizaron propaganda revolucionaria entre las masas contra la guerra imperialista, desenmascararon la política de conquistas del imperialismo alemán y la traición de los líderes de la socialdemocracia. Pero, los espartaquistas, izquierdistas alemanes no se desembarazaron de errores de semimencheviques en cuestiones teóricas y políticas de la mayor importancia. La crítica de los errores de los izquierdistas alemanes fue hecha por Lenin en sus trabajos Sobre el folleto de Junius, Sobre una caricatura de marxismo y sobre el " economismo imperialista ", y otros, y por Stalin en su obra Sobre algunas cuestiones de la historia del bolchevismo (Carta a la Redacción de la revista "Proletárskaia Revolutsia"). En abril de 1917 los espartaquistas se adhirieron al Partido Socialdemócrata Independiente de Alemania, centrista, conservando dentrode él su independencia orgánica. Después de la revolucion de noviembre de 1918 en Alemania, los espartaquistas rompieron con los "independientes" y en diciembre del mismo año fundaron el Partido Comunista de Alemania.