sábado, junio 23, 2007

El colapso de los 'socialismos reales'

A mediados de los 70’s el mundo conoció el último brote a gran escala de efervecencia revolucionaria, que recorrió todos los continentes. El estallido se precipitó, de manera impensada, en la misma Europa, traduciéndose en la caída de tres importantes dictaduras derechistas instaladas en el corazón del mediterráneo: en Portugal, en Grecia y en España.

La caída de estos tres lunares de la civilización occidental era testimonio claro del avance de una tendencia democratizadora que se cernía con firmeza sobre Europa desde la década anterior. La democracia constitucional, el capitalismo, el liberalismo, una cultura laica, tolerante, abierta al cambio y al contacto con lo alterno se habían afirmado, preludiando lo que va a ocurrir, décadas después, con el resto del mundo.

Mientras estas revoluciones “democráticas” revolvían el gallinero en el sur de Europa e impregnaban a occidente de un sello republicano uniforme, una oleada de revoluciones populares daba vuelta de cabeza al tercer mundo. Se trataba de última gran sacudida de esa izquierda revolucionaria tradicional, inspirada de alguna manera en el marxismo.

En América Latina este revival de las luchas marxistas un capítulo interesante en el Chile de Salvador Allende, entre 1970 y 1973. Eso no era nada comparado con lo que estaba pasando en Africa y en medio oriente. A mediados de los 70’s la guerrilla y las 'democracias populares' se propagaban en el continente negro con la misma velocidad que lo hizo después el Sida, bajo la mirada atenta de una Unión Soviética que había entrado en una peculiar fibre revolucionaria: esa misma URRS que había renunciado hace rato a internacionalizar el comunismo, estaba viviendo una recaída crepuscular de aquel espíritu originario del socialismo, que ya estaba bien muerto, hacía rato (cosa bien peligrosa para el orden internacional tomando en cuenta los avances en la capacidad destructiva, permitidos por la aparición de armas nucleares de última generación).

Este brote comunista tan generalizado que aprovechó la efervescencia revolucionaria en que entra el tercer mundo, provocó el corto surgimiento de lo que se ha llamado la “segunda guerra fría”. Una nueva fase de enfrentamiento frontal entre ambas superpotencias, que se manifestó en un incremento notable del gasto militar, que complicó mucho al erario norteamericano, en este tiempo de crisis (luego supimos que complicó aún más a los soviéticos). El escenario de esta nueva disputa de colosos era claro: Africa y poco después en Afganistan, donde los soviéticos procuraron usar el discurso y las ínfulas de la revolución con el propósito de contener uno de los primeros brotes de fundamentalismo islámico, ganandose con ello su propio Vietnam.

Estados Unidos, con su democracia y su capitalismo, se veían más débiles que nunca. Quizás por eso el electorado norteamericano, luego de pasar por las manos del demócrata Jimmy Carter, decidió llevar al triunfo al actor Ronald Reagan, un verdadero cowvoy ultra-conservador (1980-1988).

Parecía como si el comunismo hubiera despertado y estuviera a punto de derrotar a occidente (ayudaban también los triunfos que se anotaban los musulmanes contra el mismo occidente). Pero esto era sólo una gran ilusión, porque terminó pasando exactamente lo contrario de lo que todos suponían, incluidos los fervorosos anti-comunistas chilenos que apoyaban las labores de profilaxis política encabezadas por el general Pinochet por esos mismos años: en los 70’s y 80’s el único derrotado fue el 'socialismo real', cuyas acciones tan determinadas no eran más que los últimos estertores que daba un cadaver, pocos segundos antes de expirar.

Porque eso fue, literalmente, lo que pasó a partir de 1989, pillándonos de sorpresa a todos.

En 1989 se produjo un hecho simbólico, que definió el futuro del mundo: fue la caída del Muro de Berlín, que luego fue seguida por el desmoronamiento de la URRS y de todo el bloque comunista.

¿Cómo se llegó a eso?

Había razones muy profundas, que occidente no percibía.

El sistema soviético tenía varias fisuras fundamentales. La primera de ellas fue motivo de la pregunta con que se encontraron en la prueba. La colectivización forzada de la agricultura fue un verdadero desastre. Durante décadas la URRS tuvo que enfrentar constantes descensos en la producción de cereales y otros productos esenciales. La agricultura soviética sencillamente no era capaz de generar todos los alimentos que necesitaba la poblacion de la URRS, obligando al estado a sufrir la constante sangría que suponía el financiamiento de las importaciones. Lo mismo pasó con los satélites de la URRS.

Otro problema grave que se manifestó con crudeza fue el de la inefectividad de la burocracia. La centralización estatal generó una enorme burocracia, que no lograba poner a funcionar el país. Uno de cada dos trabajadores, de este enorme aparato, era un burócrata, algo fuera de cualquier proporción razonable, algo totalmente kafkiano. ¿Qué hacer con toda esta población pasiva que estaba camuflada detrás de los papeles? ¿cómo poner a funcionar así a un país? Sobre todo, luego de que los años fueron mermando la ética socialista inicial y se instaló, en el corazón del sistema, la corrupción. Durante décadas la gente del propio régimen (los miembros más conscientes del propio aparato político del PC) intentó luchar contra este problema, promoviendo la flexibilización del aparato estatal, sobrepoblado de funcionarios inútiles, sin ningún resultado.

La burocracia excesiva y la corrupción eran problemas sumamente graves, que se sumaban a otro problema igualmente serio. ¿Cómo hacer para que los planificadores, que regulaban todos los aspectos de la vida económica, tomaran decisiones correctas en relación a la cantidad de bienes y servicios que había que producir en cada ámbito?. En el sistema soviético todas las decisiones económicas eran tomadas por miembros del partido. Estaban los planes. Estaba el tema de las ‘cuotas’. Los burócratas tenían que evaluar las necesidades del país, y juzgar cuántos bienes y servicios se necesitaban de cada tipo. Pero en un sistema en que la información es una mercadería que circula poco y circula mal, era difícil apuntarle a las cantidades. La realidad es que los funcionarios optaron por mantener más o menos fijas las cantidades. No tenían capacidad para proponer variaciones. Además, a las empresas les resultaba muy dificil variar las cantidades o la calidad. Qué decir del tema de la innovación. La tendencia de la máquina planificadora era sencillamente reproducir lo que se había hecho antes. La creatividad, la innovación en la gestión, en la producción o en cualquier ámbito tenía poca cabida en el sistema (en realidad, el único sector innovador y un poco más flexible, era la industria del armamento y la defensa, con mucho la más moderna de la URRS).

Los planificadores no lograban transformar la economía con la velocidad suficiente, exigida por el ritmo que iba imponiendo el mundo. Esto quedó de manifiesto sobretodo cuando se presentó, en los 70’s, una extraña crisis, motivada por el incremento en los precios del petróleo (extraña, porque pareciera que el alza convenía, pero terminó siendo perjudicial).

Con los años la economía soviética fue perdiendo vitalidad. Dejando de lado complejo industrial defensivo-militar, la realidad es que allí las actividades manufactureras comenzaron a ser dejadas de lado. La URRS fue cediendo espacio a la industria más avanzada de los países de europa oriental y fue transformandose en lo que había sido siempre: exportadora de materias primas.

Su principal item exportable era el petróleo. Pues bien, con el petróleo pasó lo siguiente.

La economía soviética llevaba años de mal en peor. El crecimiento se detuvo. Junto con ello, se manifestó un deterioro visible de los indicadores sociales básicos, algo completamente inadmisible para un régimen socialista: el nivel de vida del soviético era ostensible más bajo que el del occidental, lo que se comenzó a reflejar en indicadores objetivos, que no dejaban sombra de dudas acerca de cómo iban las cosas (la esperanza de vida del soviético, por ejemplo, era notoriamente menor que la de los occidentales...). Se estaba viviendo peor y menos..... Sobre todo luego de la crisis del petróleo.

A principios de la década de 1970 la economía mundial sufrió la interrupción de su etapa dorada. Esa expansión que había estimulado la producción por dos décadas. Este lapsus fue causado por una de esas crisis típicas del mundo capitalista, cuando se produjo un alza en los precios del petróleo. El asunto cayó como un ladrillo en occidente. De un día para otro los precios de la energía se multiplicaron, afectando a las empresas, al sector financiero. La economía mundial entró en paro. Pero ¿qué pasaba con el lado soviético de la economía mundial? Los soviéticos habían logrado mantenerse al margen de las fluctuaciones que vivía occidente. Esa era su fuerza (los líderes comunistas siempre celebraban como la gran ventaja del sistema, el no estar expuesto a los cíclicos vaivenes que sufrían los países del área capitalista, amparandose en una larga historia de éxitos en este sentido). Pero esta independencia concluyó en la década de 1970, cuando el comunismo entró, por efecto de la globalización que se cernía sobre cualquier rincón del mundo, dentro del carrusel del sube y baja de la economía mundial, casi sin darse cuenta (y sin quererlo, desde luego).

La URRS era una gran productora. Cuando el mundo vivió el alza notable de los precios del petróleo, luego de la guerra árabe-israelí, comenzaron a llegar millones y millones de rublos, que permitían tapar el gran hoyo de esta economía mediocre. Esta bonanza inesperada actuó como un disuasivo para los reformadores, que eran parte de la estructura de poder dentro del partido, que ya habían advertido la necesidad de hacer una gran reforma, que sacara a esta economía de su visible decadencia. No se hizo ningún cambio.... gracias a este dinero gratuito. Cuando la bonanza momentanea determinada por estos precios expecionales se hubo terminado quedó (cuando vino una caída de los precios) quedó en evidencia la lastimosa situación de la economía de esta economía que se estaba volviendo, crecientemente, en monoexportadora, y que no tenía el dinamismo suficiente para enfrentar la realidad compleja de la economía mundial de fines de siglo. Sobre todo luego de que se agregó un factor adicional.

El problema se complicó luego del estallido de la “segunda guerra fría”. La incursiones soviéticas en Africa no fueron nada comparado con los enormes gastos en que hubo que incurrir en Afganistán, el Vietnam de los soviéticos. A partir de 1980, cuando Estados Unidos comenzó a apoyar a los rebeldes afganos, musulmanes, el asunto se escapó de manos. ¿Cómo igualar a los Estados Unidos en gasto militar?.

La única manera de salir de esto era apelar a la fórmula estalinista clásica –manejar la crisis mediante serias restricciones que afectaran a la masa, pasarle el costo a algún sector importante, campesinos, obreros, lo que sea, y usar la represión para contener las reacciones de la gente–. Pero eso ya no era tan fácil de lograr, porque el clima ya no daba para estos sacrificios.

Además estaba la complicación generada por el talón de aquiles del socialismo real: los países comunistas de europa oriental.

El comunismo no tenía en europa ninguna legitimidad. En todas esta naciones la fórmula soviética sólo había logrado ser mantenida por obra y gracia del ejército soviético (por la amenaza de una posible invasión del ejército soviético). El asunto se veía especialmente crítico en Polonia. Allí había una Iglesia muy poderosa (con su propia Papa). Había también un movimiente de trabajadores bien organizado, apoyado por gente de izquierda, crítica de Moscú. En 1980, estos trabajadores habían logrado un triunfo espectacular. El movimiento Solidaridad demostró tener fuerzas suficientes para resistir a los soviéticos.

La cosa era sencilla. O los soviéticos intervenían en Polonia, a la manera como lo había hecho Stalin, o dejaban que todos sus satélites se liberaran. El problema es que los soviéticos no estaban preparados para esa tarea. Porque tenían al frente una tarea el doble de exigente. La necesidad de ese deber quedó en evidencia cuando el PC soviético puso al frente a un reformador muy vanguardista como Mijail Gorvachov, el año de 1985.

El ascenso de Gorvachov era respuesta a un diagnóstico claro que se hizo común en toda la elite del PS. Durante los últimos años la URRS había entrado en un largo periodo de estancamiento. Ya no era posible hacerle competencia a Estados Unidos. Lo primero de todo era terminar tan rápido como se pudiera con esta segunda guerra fría, que estaba llevando al país a la bancarrota (el fin de la guerra fría era una condición para la sobrevivencia del bloque). Luego había que ir mucho más lejos. Se necesitaba impulsar profundas reformas para resucitar este cadaver.

Gorvachov fue el ejecutor de esta idea común a toda la elite comunista. No se trataba de la gente corriente. Ellos, la mayoría que no militaba en el PC, sentía el régimen como totalmente legitimado. No había, al interior de la URRS, ningún cuestionamiento al modelo (a diferencia de lo que pasaba con el habitante de la parte europea del mundo comunista). El cuestionamiento venía de parte de quienes tenían la cultura, la información, el discernimiento suficiente para percibir la gravedad del estacamiento y advertía la necesidad de cambiar las cosas de raíz para evitar la inevitable bancarrota del socialismo. Estos estratos ilustrados percibía con claridad que se necesitaban cambios drásticos para que la URRS pudiera seguir oficiando como una superpotencia. Era clara una cosa: los Estados Unidos, junto a las potencias occidentales, había podido salir con rapidez de la crisis económica de los 70’s, ingresando a toda velocidad a ese nuevo escenario de la economía mundial que se produce cuando adviene la globalización. Mientras esa parte del mundo se ponía en sintonía con lo más reciente, lo propio pasaba con China, que estaba empujando desde hacía tiempo su propia reestructuración profunda destinada a producir una reconciliación entre la estructura centralizada de una economía planificada y los requerimientos de una economía sumamente competitiva, que se desenvuelve plenamente dentro de los margenes del capitalismo (flexibilidad con centralización).

La URRS necesitaba seguir el camino de los chinos. Para apurar ese cambio, Gorvachov empujó dos grandes transformaciones, de resultados francamente desastrozos: la Glasnost (política de trasparencia o liberación de la información que miraba al establecimiento de un estado democrático, con imperio de la ley, libertades, poniendo fin al sistema de partido único, exigiendo la separación del partido respecto del estado, alentando el surgimiento del poder de los soviets, de asambleas legislativas regionales) y la Perestroika (reestructuración de la economía centralizada en torno a los principios de la libre competencia).

El problema fue muy sencillo. Al empujar la glasnost, se debilitó a la única instancia de poder que podía dirigir a todas estas naciones independientes, a la única que, por otra parte, podía conducir una reforma: ese partido comunista dictatorial, que imponía su poder con fuerza en todas partes, actuando como factor de aglutinación.

¿Qué había en común entra las numerosas naciones que conformaban la URRS? Solo esta partido dictatorial, solo ese ejército, sólo los organismo que ejercían la planificación central, solo la policía política. Al destruir esta dictadura de partido, la URRS se quedó sin nada.... porque nunca hubo un proyecto alternativo de reemplazo para el comunismo.... a pesar de lo corrupto, de lo ineficiente, el sistema de partido único hacía funcionar el sistema. Al pasar el poder del partido al estado, lo que sucedió fue sencillamente que se dejó el poder en el territorio de nadie.

Lo concreto es esto: cuando las fuerzas espontáneas de europa oriental (Hungría, luego Alemania) derribaron solas el muro de Berlín, ya no estaba gobernando nadie la URRS... fuerzas espontáneas habían disuelto todo estructura posible de poder... ya nadie obedecía a los soviéticos....

Las naciones comenzaron a zafarse del bloque. Luego esta confederación tuvo que avanzar al único destino viable: la total dispersión, consumada en años, acaso en meses. Todo el mundo socialista en el suelo.....

Había terminada para siempre la trayectoria de los socialismos reales. El mundo se veía confrontado a una disyuntiva única: por primera vez un solo sistema –la democracia, con el capitalismo al lado– dominaba en cualquier parte. Parecía haberse consumado esa expectativa occidental que Fujuyama había sincerado en un libro muy popular: la llegada del fin de la historia, cuando occidente se queda sólo, cuando la democracia se queda sola, cuando no hay ninguna alternativa al frente de ese mismo capitalismo que Marx había querido sepultar con sus escritos hace algún tiempo.